El estrés se ha convertido en una de las sintomatologías clínicas de mayor consulta. Como respuesta fisiológica del organismo, puede tener múltiples implicaciones y afectarnos de manera importante. Veamos las áreas en que se manifiesta y cómo nos impacta.
A nivel fisiológico el estrés afecta prácticamente todos nuestros órganos. Influye en el corazón, el sistema reproductor, el páncreas, la piel, en el sistema digestivo, en el sistema inmunológico, etc. Manifestaciones como dolor de cabeza, tensión muscular, dolor de estómago, taquicardia, hiperventilación, etc., pueden ser respuestas de tu cuerpo a situaciones que estás percibiendo como estresantes.
A nivel cognitivo el estrés afecta el buen desempeño de nuestras funciones ejecutivas. Es decir, se pueden ver comprometidas las capacidades de atención, memoria, concentración, toma de decisiones, nuevos aprendizajes y patrones de sueño.
A nivel emocional el estrés modifica nuestros estados anímicos y nos predispone a la irritabilidad, la ansiedad, la depresión, las preocupaciones, la angustia.
A nivel comportamental desequilibra nuestra vida, nos puede conducir a adoptar patrones autodestructivos, escogencias relacionales inadecuadas, abuso de alcohol, psicotrópicos, etc.
Como podemos darnos cuenta, el estrés se manifiesta y repercute en casi todas las áreas de nuestra vida. De ahí que sea tan importante que aprendas a gestionarlo. Ya que, de no hacerlo, las consecuencias sobre el organismo pueden llegar a ser muy graves.
Es importante poder trabajar en aprender a gestionar el estrés, que bien sabemos, en una dosis adecuada nos impulsa en la vida, sin embargo, el exponernos constantemente a situaciones de estrés por tiempo prolongado resultará ser muy perjudicial. Los espacios terapéuticos serán de gran ayuda para aprender a gestionarlo.
Otro de los recursos que siempre tendremos a mano es la respiración consciente. Para la que no es necesario disponer de mucho tiempo o de un lugar apartado y alejado de tu día a día para que puedas ponerla en práctica. Lo único que necesitas es prestar atención a lo que estás haciendo. En este caso: respirar. Una relajación exprés solo te llevará tres minutos. Con la práctica, te puede llegar a ser muy útil.
Es muy sencillo, a continuación, te explicaré paso a paso lo que tienes que hacer:
- Pon una mano sobre el pecho y la otra sobre el vientre.
- Antes de empezar expulsa todo el aire de tus pulmones (puedes suspirar varias veces o soltar el aire haciendo algún ruido). El objetivo de esto es vaciar tus pulmones de todo el aire residual. Lo que, casi de manera automática, provocará en ti la necesidad de inspirar con mayor profundidad.
- Toma aire profundamente llevándolo hacia tu abdomen, imagina que dentro del abdomen hay un globo y se infla con el aire que inspiras. Mientras más extiendas el diafragma y más profundo respires, más se inflará. Pon conciencia en la mano que tienes sobre el abdomen y observa cómo se eleva.
- Retén unos instantes el aire en tus pulmones. Y, cuando sientas la necesidad de expulsar el aire, hazlo relajando tu vientre. Notarás que éste se desinflará y la mano que tienes sobre él, bajará.
- Al final de la exhalación puedes usar tu mano para empujar el diafragma hacia los pulmones para asegurarte de que expulsas todo el aire.
- Quédate así unos instantes. Y vuelve a inspirar de nuevo, profundamente. Sintiendo el aire que va pasando por tu cuerpo y llega hasta el abdomen.
- Con cada expiración, relaja tu cuerpo y tu mente. Centrándote en el momento presente.
- Repite el ejercicio cuantas veces sea necesario y hasta que sientas que tu nivel de activación va bajando.
Está respiración es una poderosa herramienta para calmarnos ante situaciones de estrés y tensión. Practícala para que puedas usarla cuando la necesites.
